Sentado
frente a mi viejo piano golpeando un par de teclas intentando encontrar la armonía
de mi vida… Mezclando altos y bajos en
acordes sin sentido… Con compases de un estacato que acelera su tempo y se
confunde con un adagio absurdo… El uno dos tres de una canción que solo tortura
el gusto de la existencia… Y cuando casi me rindo… Percibo un aroma muy
familiar para mis latidos… El cual me invita a recurrir al viejo baúl donde
guarde aquel estuche que casi ya nunca abro… Solo para descubrir que mi fiel
amigo perdió su brillo más no la dulzura de su espíritu… Tomo su boquilla y le
acoplo una de aquellas lengüetas antes de completar su forma… Poso mis manos
alrededor de su cuerpo aspiro el aire necesario para mantener la vida y darle
vida una vez más… Soplo suavemente mientras mis dedos danzan entre sus clavijas…
Y surge la más bella melodía que nunca antes mi alma había escuchado… Un
quejido hecho nota… Un hola que sabe a gloria… Un adiós eterno que no deja
dolor… Una sonrisa que enjuga su esencia con mis recuerdos para terminar como
una lagrima que escapa al viento mientras recuerda tu adiós… Cuanta bendición saber que el sentimiento
sigue vivo… Cuanta alegría al entender que el sonido perfecto de tu nombre solo
necesitaba un aliento mío para cobrar nuevamente vida en mi viejo saxofón… Musa
etérea… Inspiración clandestina… Quimera anunciada por la mismísima divinidad… Serás
hasta el fin de mis tiempos la razón inconclusa de mi peregrinación… Serás la más bella flor que nunca corte del jardín
de mi deseo… Serás el beso que nunca existió… Y el placer que nunca se dio…
Pero no por ello dejaras de coexistir en mí ser como halito de vida eterna…